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Valentín, mi hijo menor, que hacía seis meses que no veía a sus abuelos por la cuarentena, quiso acompañarme y se confrontó, distante y con barbijo, con esa parte de la vida que existe pero que preferimos negar. Pero así es la ley de la existencia, hijo: nacer, crecer, enfermar y morir. Recuerdo que subimos al auto y mientras él buscaba una canción en su celular, el DJ que pone discos en mi cerebro me impuso el tango Naranjo en flor.

Primero hay que saber sufrir

después amar

después partir

y al fin andar sin pensamientos…

Escuela del dolor: El desapego es la marca definitiva de una persona sabia; quizá por eso hayan tan pocos seres humanos sabios.

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6 de la mañana. Me despierta una pesadilla de la que no pude retener las imágenes pero sí una tremenda angustia. Hay veces que el inconsciente huye apurado, se lleva la película y nos deja la emoción en la puerta de la conciencia. Me levanto. Bajo las escaleras a oscuras, temeroso. Mientras preparo el desayuno se levanta mi mujer. Desayunamos juntos. Hablamos de mamá pero también de nosotros y de nuestros hijos, de la casa; me construye un pasamano para aferrarme a la vida, para no caer en la desesperación total.

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