Читать книгу El mundo sin mamá онлайн

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La terapia intensiva guarda sus secretos, inaccesibles para los que estamos afuera. Dentro está mamá, desde hace tres días. Su estabilidad es “por ahora”, dice el parte médico, dejando la pausa de lo imprevisible, los límites de la ciencia. Dentro está mamá, ajena a las intervenciones que le practican. Ya sin el control de su vida. Y afuera estamos nosotros, expectantes, asomados a la ventana de lo incierto.

Escribo esta suerte de diario del desamparo. Pienso en mamá. Pienso en su vida. Inhalo y pienso. Retengo memoria. Exhalo frases huérfanas de sentidos.

Escribir sobre la enfermedad es quitarle poder.

El día se pone gris, cerrado, otoñal, triste; como si se proyectara mi estado interior. La belleza de estos días se burlaba de mi malestar. Son las dos de la tarde del viernes. Todo el fin de semana estará, según informa el servicio meteorológico, lluvioso y frío. Y está bien, tiene que ser así. Cuando una madre está internada, la pachamama tiene que estar desolada.

Escuela del dolor: No existe la unidad ni la armonía total, somos seres divididos, castrados, contradictorios. Solo en los momentos de felicidad hay un rayo de luz que lo ilumina todo, y en esa ráfaga lumínica, en ese instante de claridad, se accede a la belleza, se tiene la sensación de plenitud. Pero cuando llega algún dolor, propio o ajeno, se quiebra la alegría de existir, se esfuma la estabilidad, y todo se oscurece. Vivir, en definitiva, es transitar lo claroscuro, es comprender el ying y yang de la vida, es saber que en toda experiencia de luz hay un punto de oscuridad y en toda vivencia oscura hay un punto de luz, una ventanita de esperanza.

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