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Se reinicia el ciclo de la vida: Despertar y levantarse. Desayuno. A las 7 de la mañana estoy listo para salir. Listo, es una manera de decir, nunca se está listo para visitar a una madre enferma. Elijo un CD de Charly García. Necesito Parte de la religión. Enciendo el motor y la música. Salgo. Recorro las calles del barrio envuelto en una atmosfera extraña mientras Charly canta:

Yo necesito tu amor.

Tu amor me salva y me sirve.

Yo necesito tu amor

cada día un poca más…

Tomo la autopista del Oeste. Se me impone la imagen de mamá, tal vez atraída por la canción, o por mi deseo de que se salve, porque sabe que yo necesito de su amor, de su presencia, un poco más. Manejo. Canto. Lloro. Estoy atento al tránsito pero me embisten recuerdos que no saben manejar. Quiero detenerme, pedirle los papeles. Pero los recuerdos no tienen seguro, te chocan y se escapan en la dirección del olvido. Entonces sigo, con la carrocería del alma destrozada.

Mientras maniobro torpemente entre dos autos, para estacionar, se van yendo los últimos acordes de “La ruta del tentempié”. Paso por el kiosco y compro una barrita de cereal y unas pastillas de miel y menta. Asciendo por la explanada que da a la guardia. Al costado del camino, un parquecito con el césped recién cortado desentona con el demacrado gris del edificio que se erige delante como el monumento al desasosiego. Almas no ascendidas, disfrazadas de gatos, recorren el jardín, maúllan, esperan su nuevo destino. En la entrada del sanatorio una cola de personas dolientes y la maldita burocracia. “Buen día”, me dice la empleada de seguridad. “Serán para usted, no para mí. No hay un buen día cuando una madre está internada”, pienso. Me toma la temperatura. Me riega las manos con alcohol. “¿A dónde se dirige?”. “Vengo a cuidar a mi madre, Mirtha Ventiere, está en la habitación 502”. Corrobora en un listado. Rezo para que su dedo índice nunca se detenga, pero enseguida se estaciona sobre el nombre de mi mamá y una vez más no puedo huir de la contundente realidad. Deja mi documento en un fichero, me entrega la credencial de cuidador, y me dice “adelante”. Adelante es mañana, futuro, pase, suba, cuide de su madre. Adelante es incertidumbre, espejismos, temor, esperanza agujereada.

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