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LAQUES. —¡Extraña definición, Sócrates!

SÓCRATES. —¿Por qué la encuentras tan extraña, Laques?

LAQUES. —¿Por qué? Porque la ciencia y el valor son dos cosas diferentes.

SÓCRATES. —Nicias pretende que no.

LAQUES. —Sí, lo pretende, y en eso chochea.

SÓCRATES. —Pues bien, tratemos de instruirle; las injurias no son razones.

NICIAS. —No tiene intención de ofenderme, pero desea mucho que lo que yo he dicho no valga nada, porque él mismo se ha engañado en grande.

LAQUES. —Ésa es la pura verdad, pero yo te haré ver que tú no has andado más acertado que yo. Sin ir más lejos, ¿los médicos no conocen lo que hay que temer en las enfermedades? Y en este caso, ¿crees tú, que los hombres valientes son los que conocen lo que es de temer? ¿O llamas a los médicos hombres valientes?

NICIAS. —No, ciertamente.

LAQUES. —Lo mismo que los labradores. Sin embargo, los labradores conocen perfectamente lo que hay que temer respecto a sus trabajos. Lo mismo sucede con todos los demás artistas; conocen todos muy bien lo que hay que temer en su profesión y lo que no, y no son por esto más valientes.

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