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SÓCRATES. —¿Y qué es, Nicias?

NICIAS. —Te he oído decir muchas veces que en aquello en que cada uno sabe es idóneo, pero que en lo que no sabe es inepto.

SÓCRATES. —¡Por Zeus!, eso es muy cierto.

NICIAS. —Por consiguiente, si un hombre valiente es bueno es hábil en lo que sabe.

SÓCRATES. —¿Lo entiendes tú, Laques?

LAQUES. —Sí lo entiendo; sin embargo, no comprendo por entero lo que quiere decir.

SÓCRATES. —Me parece que yo lo comprendo; creo que quiere decir, que el valor es una ciencia.

LAQUES. —¿Qué ciencia, Sócrates?

SÓCRATES. —¿Por qué no se lo preguntas a él?

LAQUES. —Pues ya se lo pregunto.

SÓCRATES. —¡Pues bien, Nicias!, responde a Laques y dile qué ciencia es el valor en tu opinión; porque no será indudablemente la ciencia del tocador de flauta.

NICIAS. —No.

SÓCRATES. —¿Ni la del tocador de lira?

NICIAS. —Tampoco.

SÓCRATES. —¿Cuál es, y sobre qué versa?

LAQUES. —Le apuras bien, Sócrates; sí, que diga qué ciencia es.

NICIAS. —Digo, Laques, que es la ciencia de las cosas que son de temer y de las que no son de temer, sea en la guerra, sea en todas las demás ocasiones de la vida.

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