Читать книгу Ser padre con san José. Breve guía del aventurero de los tiempos posmodernos онлайн

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¿Qué vio ella en José para desearlo pese a su decisión de ser virgen? A José hay que suponerle una fuerza de atracción extraordinariamente poderosa: no la que encandila a una joven aficionada a los abrazos, sino la que conquista el corazón de una doncella resuelta a conservarse solo para Dios. José debía de resultar más seductor que el Don Juan que arrancó a Doña Elvira de su monasterio. Debía de ser más apuesto que el Apolo que embelesó a la Sibila. Al mismo tiempo, es de suponer que esa belleza no tenía nada de hechizadora, ni esa seducción nada de embaucadora. Delante de María cualquier amago de coqueteo habría resultado repulsivo.

Conviene recalcar ese designio de la Providencia que guarda consonancia con el origen: Varón y mujer los creó (Gn 1, 27). Quien recibe el anuncio del ángel no es una virgen célibe, sino prometida. Un hecho que dista mucho de ser anodino. Dios quiso que una mujer prometida a un hombre fuese la madre de su Hijo: María comprometida con el deseo de José. No es una cuestión de partenogénesis o de reproducción asexual. La gracia no destruye la naturaleza. Es imposible que el deseo humano no esté asumido por la fecundidad divina. El Hijo, precisamente porque es el Verbo y no puede renegar del orden de su creación, es necesariamente, como hombre, fruto del amor entre un hombre y una mujer.

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