Читать книгу Ser padre con san José. Breve guía del aventurero de los tiempos posmodernos онлайн

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5. En este sentido los evangelios recurren a todos los ingredientes de los grandes amores bíblicos. En primer lugar, los ángeles. En la Biblia, los ángeles son promotores de la carne. Cuando Abrahán envía a su siervo Eleazar a Aram con diez camellos para buscarle esposa a Isaac, sabiendo que esos diez camellos no serán suficientes, le asegura: Él enviará a su ángel delante de ti (Gn 24, 7). Durante su huida a Betel, antes de conocer a su amada Raquel, Jacob ve en un sueño —igual que José de Nazaret— a los ángeles de Dios subiendo y bajando (y no bajando y subiendo, lo que da a entender que los ángeles están íntimamente ligados a la tierra; que desde aquí se elevan como el incienso para volver a descender como el rocío —Gn 28, 12—).

Recordemos también al ángel Rafael, que guía a Tobías hasta Sara; al ángel del Señor que anuncia a la mujer de Manóaj el nacimiento de Sansón —Concebirás y darás a luz un hijo, le dice (Jc 13, 3), igual que Gabriel a María—; al Señor de los ejércitos celestiales invocado por Ana antes de unirse a Elcaná para concebir por fin a Samuel —Mi corazón exulta en el Señor, proclamará después de ser escuchada (1S 2, 1), igual que María ante Isabel—. En la vida sexual de Abrahán los mensajeros divinos hacen constantemente de carabinas. El ángel del Señor le dice a la esclava Agar: He aquí que estás encinta y darás a luz un hijo; le llamarás Ismael (Gn 16, 11). Luego el Eterno se manifiesta por medio de tres seres con forma humana entre las encinas de Mambré (aquí los ángeles se unen a los árboles: unos y otros, la savia y el sueño, se ponen de acuerdo para ayudar a Abrahán a cumplir el primer mandato: Creced, multiplicaos); y esos tres ángeles suscitan las risas de Sara cuando le dicen que se unirá a su marido y tendrá un hijo pese a su edad avanzada.

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