Читать книгу Mentiras que no te conté онлайн

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La Shivi y yo dormimos juntas en la sala.

En el altarcito de Jeoffrey solo hay una mancha de cera roja derretida, de lo demás, ni rastro.

* * *

Desde temprano he tratado de localizar a Jeoffrey. No responde mis mensajes y su teléfono me manda a buzón. Carola ya se fue a trabajar y la Shivi, antes de irse, me dice que no lo deje así, que lo mande a ghostear a su haitana madre en creole. Quedamos en que voy a darme una vuelta por el Latinos para armarle un numerito de novia desesperada, pero lo único que quiero es comprobar que no tuvo nada que ver en lo de Carola. Me siento mal de sospechar de Jeoffrey, pero también es que desaparecer así es una cosa que no se hace. Qué va una a creer.

Pienso en seguir pistas en el cuarto de Carola, pero no sé qué palpitaciones me empujan a la habitación de la Shivi. Será que con tanto chisme esotérico me estoy volviendo clarividente. Le rebusco los cajones. Nada. Ni debajo de la cama ni en el clóset ni en el tocador. Nada. Me acuesto en el colchón de la Shivi para sentir sus energías y me acuerdo que en “Más negro que la noche” le desbaratan la almohada al personaje de Susana Dosamantes para encontrarle quién sabe qué. Meto la mano en la funda y siento el bulto. Es un atado que adentro tiene una foto de Jeoffrey amarrada con hilo rojo y listón dorado, una especie de talismán hecho con una piedrita enredada en hierbas y un escapulario envuelto en post its rayoneados con la letra de Carola.

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