Читать книгу Mentiras que no te conté онлайн

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En eso, un montón de cacatúas entraron como si nada estuviera pasando y Carola y yo salimos de nuestro trance y regresamos a la mesa.

Desde entonces trae esa cara de Ana Patricia Rojo a los nueve años y yo no quiero terminar achicharrada. Hace rato, en la cocina, en nuestra reunión semanal para asignarnos tareas, le dijo de cosas a la Shivi porque no había ido a la lavandería y la Shivi, que es muy sentida, se puso a llorar. Yo sé que la Carola original nunca habría sido tan cruel, pero esta Carola no tiene sentimientos. Me dan ganas de preguntarle a Jeoffrey si nota algo raro cuando están juntos, pero me voy a ver muy mal. A los hombres lo que les gusta es vernos la cara de mensas, si una sale con que se entera de que están con otras y no le preocupa, no lo soportan, piensan que algo nos falla en el seso o que nos merecemos que nos traten fatal. Prefiero que Jeoffrey y Carola crean que tienen su secreto muy bien escondido.

Desde el cuarto de la Shivi se escucha que Jeoffrey prende sus velas. Casi puedo verlo colgando las pulseritas de los niños con las manos resplandecientes. Luego le habla en su francés criollo a Carola. Tengo ganas de ir con él, pero se lo voy a dejar a Carola porque la Shivi sigue muy triste. Le prometo que mañana voy a acompañarla a lavar y la arrullo hasta que se queda dormida.

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