Читать книгу Mentiras que no te conté онлайн

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Esa es la cosa importante de contar. Que Carola, mi roomie, mi amiga de hace casi diez años, la que se tira a mi novio pensando que no me doy cuenta y administra nuestra casa con nada más que un pintarrón, plumones y post its de colores, no es la Carola de verdad.

Es una copia, estoy segura.

La semana pasada se tardó mucho en el baño del Latinos. Ese baño es terrorífico. Bueno, no tanto como terrorífico, aunque sí es una batalla abrirse paso entre los fiesteros un sábado en la madrugada, para llegar al almacén que hace de baño unisex en el lugar. El asunto es que Carola se fue a dar unas puntitas de esa coca que le gusta comprar en el Green Recreational de San Diego, porque dice que la coca barata de los gringos está más buena que la coca cara de los mexicanos y porque esos dispensarios de mariguana son como las tienditas de las cinco esquinas: todo hay.

Total que allá fue Carola a meterse sus pases y la María José cantó las de Daniela Romo, las de María del Sol, las de Pimpinela y todas las que ponen loca a la audiencia del Latinos y nada que regresaba Carola. Esa vez la María José dio un showsazo. Era una noche particularmente alegre, hasta parecía que todos andaban en tachas. Luego siguió la que hace de Paulina Rubio y se me hizo raro que Carola no llegara corriendo a cantar que tu mirada me hipnotiza y siento pau, pau, pau, pau, pero cuando de verdad me preocupé fue cuando salió Jenni Rivera. Ahí sí me puse a repartir codazos para que me dejaran pasar y mientras caminaba empujando gente, pensé que primero hubiera ido a ver si Jeoffrey estaba en la puerta principal, porque si los encontraba juntos en el baño ya no iba a tener manera de hacerme la desentendida, y lo último que yo quería, era avergonzar a Carola.

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