Читать книгу Mentiras que no te conté онлайн

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Una pelota me da en la frente y sale volando. Mis carcajadas se van volviendo roncas, mi garganta hace un ruido que suena similar a un rebuzno. Nadie interviene. Otra pelota me da en el hombro, y otra más, en el tobillo. Es extraño pero empiezo a sentirme liberada. Pienso en cómo voy a contarle esto a Miranda. Pienso en Mona lamiéndose las patitas. En Manuel alejándose con la mujer hermosa, pretendiendo que no me conoce. En Mariana tomando video con su celular.

Mi risa ya es solo un hipo, un sonido irritante como una serie de eructos discontinuos. Veo a las chicas, mis verdugos. Me dan ganas de abrazarlas, de agradecerles, de decirles que las quiero. Cierro los ojos otra vez y me abandono a la golpiza.


The Curse of the Sikuaka Heart

Somos tres morras hacinadas en un departamento diminuto que nos cobran en dólares. Por lo menos está en el centro y tiene renta congelada. Una suerte que muy pocos tienen en Tijuana. ¿Ya dije que somos tres morras? No podemos pagar una ayudante así que nos repartimos las tareas domésticas. Carola es la Jefa de Grupo. Le decimos así porque es neurótica y nos controla, porque nos hace funcionar con sus reglas y reprimendas. La otra es la Shivi, Silvia, que antes era Silvano allá en su Michoacán natal. Nos conocimos en el Dragón Rojo antes de que lo convirtieran en bar norteño, cuando era alternativo y lo frecuentaban los intelectuales de la ciudad. La city, como le decían en esa época porque todavía era cool hablar en spanglish.

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