Читать книгу Mentiras que no te conté онлайн

18 страница из 26

Pero ya casi llegaba y mi inquietud honesta era que no fuera estar Carola con la lengua torcida, echando espumarajos y con la nariz de moño como Carmen Campuzano. Cuando di con el pasillo, me acuerdo que lo que se me hizo más extraño fue que no hubiera fila. Ni un alma. Abrí la puerta muy despacio y entonces lo vi todo. Carola estaba parada delante del espejo iluminada por una mancha verde que flotaba encima de ella. Como soy muy dispersa me vino a la mente una escena de “El Santo contra la invasión de los marcianos” y también tuve chance de pensar que qué guapo Wolf Ruvinskis.

Ahí estaba yo pensando esas babosadas en un microsegundo y Carola siendo abducida por sabrá qué outsider espacial, o más bien, siendo poseída y reemplazada por esa presencia, así que sin detenerme a averiguar entré haciendo un escándalo, saqué mi body spray de cherry vainilla y empecé a disparar con el aspersor como si en ello me fuera la vida, como si el perfume fuera insecticida y la mancha verde un enjambre de cucarachas. Cuando el sitio se volvió irrespirable, Carola, la nueva Carola, me miró con unos ojos envolventes durante varios minutos que se me hicieron eternos. Hasta parecía como si la Carola de antes intentara decirme algo, pero en lugar de lograr salir a la superficie de sus pupilas, se despeñara por un precipicio.

Правообладателям