Читать книгу Mentiras que no te conté онлайн

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Estamos separando la ropa y la Shivi no ha parado de maldecir a Carola, yo le digo que no se fije, pero la Shivi dice que nunca la va a perdonar. En la lavandería ya nos conocen y la señora nos deja usar varias lavadoras al mismo tiempo. La Shivi es vengativa. Mete la blusa favorita de Carola en una máquina y le echa cloro. Yo hago como que no veo pero sé que en el departamento va a arder Troya. Entonces llega la María José y la Shivi me encarga las secadoras para irse a seguir hablando mal de Carola con su novio. La María José es hermosa, tiene una de esas auras imponentes, como de aparición, como de ponerle su propia iglesia nomás para irla a adorar. Y cuando no anda de vestida es guapo de veras. La Shivi se le cuelga del brazo y se van.

Las miro alejarse pensando cómo se puede ser una criatura tan perfecta: bellísima como mujer y bellísima como hombre. La señora de las lavadoras tampoco puede dejar de verla. Platicamos. Me pregunta por mi moreno y le presumo de sus chamacos y su altar. La señora me dice que tenga cuidado, que los zombis vienen de Haití y no sé qué del vudú y los muñecos con alfileres y la santería. Trato de no hacerle mucho caso. Saco la blusa echada a perder de Carola y la pongo hasta abajo en la canasta. Antes de irme al depa la señora me alcanza y me entrega una estampita de la Santa Muerte, que para que nos proteja de las fuerzas oscuras. Si no supiera lo de Carola me hubiera dado risa, pero en estas circunstancias hago como las abuelitas con el monedero: me guardo la imagen en el brasier procurando que sea en el lado del corazón.

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