Читать книгу Mentiras que no te conté онлайн

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Las tres detestábamos a Nortec. Nos caímos bien de inmediato.

Yo trabajo en el Omnimax de La Bola, el cine planetario, y ahorita estamos pasando un ciclo de películas de subgénero mexicanas con las que estoy obsesionada. Tengo un novio haitiano que era arquitecto antes del terremoto allá en la isla, pero luego hizo de constructor en Brasil y de chichifo en Cancún. Aquí trabaja como guardia de seguridad en el Latinos. Tiene esposa y cuatro hijos en Canadá. Les manda exactamente el ochenta y tres por ciento de su sueldo y yo sé que cualquiera que se fije en nuestra relación dirá que me dejo padrotear, pero no me molesta. Yo siempre he creído que una de novia tiene que saber apoyar a su pareja. Además, no soporto a los hombres desobligados. Jeoffrey es muy buen papá. Tiene varias pulseritas hechas con cuerda y cabello de sus niños y en las noches las pone en un altar. Cosas haitianas.

Nosotras vamos mucho al Latinos, las tres, a ver el show, porque la Shivi anda dándose cariño con una que imita a María José. Y Carola, mustia, mustia, regañona, regañona como tía quedada, pero bien que se enreda con mi haitiano a veces. Por eso tarda años en arreglarse cuando vamos a ir al Latinos y cuando Jeoffrey me visita se pasea por el depa en menos ropa que un niñito Dios de pesebre. No me molesta. Ni que esa que le gusta de mi moreno se acabara. Tiene para todas, hasta para la Shivi. Yo siempre he creído que una de amiga tiene que saber ser comprensiva y compartida. Y la verdad es que últimamente Carola me da miedo. Me recuerda a la mocosa horrible de “Veneno para las hadas”, la que se cree bruja y termina quemando viva a su amiguita.

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