Читать книгу Mentiras que no te conté онлайн

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Hago lo mío y me quedo sentada un rato en el cubículo con el pantalón arrugado en los tobillos. A lo lejos se escucha que la permanencia voluntaria va a dar otra vuelta. Siguen “El extraño hijo del Sheriff” y luego “La noche de los mil gatos”. El programador me tira la onda y yo me hago la que sí, pero no le digo cuándo, como la negrita de los pesares, nomás para que me ponga las pelis que yo quiero. Cómo me gustaría vivir para siempre en el Omnimax mirando cine. No tener que regresar al depa a enfrentar a la Carola poseída. Escucho los balazos del western y me acuerdo de lo buena que está esa escena. Beso la estampita y me acomodo la ropa para ir a ver la película.

Cuando llego al depa Carola está fúrica. Amenaza con romperle los dientes a la Shivi. La pinchi Shivi se encierra en su cuarto y me deja con la posesa. Como estoy muy estresada no se me ocurre nada para tranquilizar a Carola. Parece que echa lumbre. Cuando agarra la escoba para darle a la puerta de la Shivi le digo que voy a llamar al 911 y entonces se vuelve contra mí, le grito a la Shivi que me deje entrar con ella, pero esa de bruta nomás la cara tiene. Carola da un paso, me saco la imagen de la Santa Muerte del pecho y se la pongo en la frente como si fuera una bala de plata. Carola reacciona, mira la estampa, se ríe a carcajadas y sin dejar de reírse suelta la escoba. Se sigue riendo fácil una media hora. Al ratito la Shivi se asoma, le hago una seña y nos sentamos a ver reírse a Carola. No hablamos. Carola se harta de reír y tan campante agarra la blusa inservible y la tira a la basura. Jeoffrey no se aparece.

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