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¿Obedeció aquella sustitución al temor, por parte de Commelerán, a las consecuencias que «sintió» por su arbitraria conducta, o porque las altas esferas, conocedoras del insólito hecho, se lo corrigiesen de una manera «diplomática»? El hecho fue que yo cumplí mi propósito de no abrir, durante todo el verano, el libro de primero de Latín, aprobándolo en septiembre y continuando mis exámenes de las demás asignaturas, estudiadas en el colegio, logrando hacerme bachiller en tres convocatorias, dos años escasos, cuando apenas iba a cumplir mis quince años, es decir, que legalicé mis estudios del bachillerato en ese espacio de tiempo, salvando las dificultades que el nuevo sistema de exámenes oponía a los alumnos libres, exclusivamente, sistema que me cogió de lleno y de punta a cabo, puesto que se suprimió, precisamente, cuando yo ingresaba en la facultad.

Por cierto, que aquel nefasto año 1885 significó trágica época en toda Europa, víctima de la terrible epidemia de cólera morbo asiático, que también se cebó con España, más que en parte alguna, cabiendo a un médico valenciano que ejercía sus servicios en Alcira, de cuyo pueblo era titular, la gloria de haber descubierto el microbio de aquella enfermedad, lo mismo que la vacuna en su contra, el célebre Dr. Ferrer, cuyo nombre cobró fama mundial, resonando en todos los centros médicos y conservado en la historia de la Medicina.27


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