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La abducción es la «inducción puesta al servicio de la explicación, en la que se crea una nueva ley empírica para hacer predecible lo que, de lo contrario, sería un misterio» (…). Es una clase de inferencia no demostrativa, basada en la falacia lógica de afirmar el antecedente a partir del consecuente («si p, entonces q; pero q, entonces p»). De premisas verdaderas lleva a conclusiones que no son necesariamente verdaderas. Sin embargo, la abducción es un principio de inferencia indispensable, pues comprende el mecanismo básico para limitar el número infinito de explicaciones compatibles con cualquier suceso (Boyer 1994: 147, citando a Holland et al. 1986: 89).

Tengo un motivo particular para usar los términos «signo indexicalizador» y «abducción» en este razonamiento. Ninguna persona sensata supondría que las relaciones artísticas entre las personas y las cosas no implican, por lo menos, alguna forma de semiosis. Enfoquemos como enfoquemos el tema, parece subyacer en el arte una base irreduciblemente semiótica. Por otra parte, procuro con todas mis fuerzas evitar cualquier idea que sugiera en lo más mínimo que el arte –visual– es «como la lengua» y que las formas relevantes de semiosis son lingüísticas. Descubrir la órbita de los planetas no es en absoluto análogo a interpretar una oración en cualquier lengua natural. Kepler no descubrió la «gramática» de los movimientos planetarios, pues no existe equivalente a la gramática en la naturaleza. Sin embargo, los científicos suelen referirse, metafóricamente, a sus datos como si estos «significaran» tal o cual cosa; es decir, como si permitieran inferencias que, si no se remiten a las leyes establecidas de la física, son abducciones. La utilidad del concepto de abducción radica en que designa una clase de inferencias semióticas que, por definición, son totalmente distintas de las que usamos en la comprensión de la lengua, cuyo entendimiento «literal» es cuestión de respetar ciertas convenciones semióticas, no de formular hipótesis derivadas ad hoc del «caso» en cuestión (Eco 1984: 40). Aunque la abducción es un concepto semiótico (en realidad, pertenece a la lógica más que a la semiótica), resulta útil para fijar límites a la semiosis lingüística propiamente dicha. Así, ya no nos tienta la posibilidad de aplicar modelos lingüísticos donde no son apropiados, a la vez que mantenemos la libertad de plantear inferencias no lingüísticas.

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