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2.5.2. Agentes y pacientes

Se ofrecerán más ejemplos de agencia social atribuida a «cosas» conforme avance el análisis, pero primero tenemos que tratar otra cuestión en este razonamiento. Debo destacar cierta particularidad del concepto de agencia que desarrollo. La «agencia» se suele estudiar en relación con las características permanentes de la disposición de determinadas entidades: «Tenemos X; ¿es un agente, o no?». Y la respuesta suele ser esta: «Depende de si X tiene intenciones, mente, conciencia, etc.». De este modo, se trata la «agencia» en un contexto de clasificaciones. Se dividen todas las entidades del mundo entre las que «cuentan» como agentes y las que no. La mayoría de los filósofos considera que solo los humanos son agentes genuinos; unos pocos añadirían a algunos mamíferos como los chimpancés; y otros sumarían a los ordenadores con una programación lo bastante «inteligente». De nuevo, enfatizo que no planteo la cuestión de la «agencia» en un sentido similar a esta tarea de «clasificación». El concepto que empleo es relativo a las relaciones y depende del contexto. Así las cosas, regresemos al ejemplo del coche. Si bien atribuiría de manera espontánea una «agencia» a mi automóvil si se averiara en mitad de la noche lejos de mi casa, no creo que Olly tenga objetivos ni intenciones, como agente vehicular, fuera del uso que mi familia y yo hacemos de él, coopere o no. Mi coche es un agente –potencial– ante mí como «paciente», no ante sí mismo como coche. Solo es agente en la medida en que yo soy paciente, y solo es «paciente» –el complemento de un agente– en la medida en que yo soy agente con respecto de él.

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