Читать книгу La Unión Europea. Historia de un éxito tras las catástrofes del siglo XX онлайн
27 страница из 89
El caso de España puede resultar ilustrativo. A las fuerzas armadas, por mandato constitucional, se les atribuye una misión interior, la de garantizar la «indisoluble» unidad del Estado.
La OTAN, tras el derrumbe soviético, se ha apresurado a ampliar su escenario original, y la UE ha seguido sus pasos de manera inequívoca. La ampliación de la UE hacia el este, en 2004, se produce al margen de consideraciones precisas como las que obligaron a estados candidatos en pasadas ampliaciones. No importaba tanto el rigor democrático de sus instituciones, las dificultades económicas de la integración, cuanto el desarrollo del cerco a Rusia avanzando sus líneas hasta la propia frontera rusa. Con cierta claridad los estrategas de la OTAN no creyeron en la debilidad rusa, al menos a medio y largo plazo, y no dejaron de pensar en el carácter de proveedor de energía, imprescindible para los nuevos socios y para los más antiguos.
La reserva de la competencia de la fuerza militar a los estados se desliza en paralelo a la reserva de las relaciones internacionales. Los estados miembros son celosos de ambos aspectos, en la medida en que entienden que representan su honor e imagen, por un lado, y la defensa de los intereses que juzgan nacionales, esto es, compartidos por la inmensa mayoría de sus ciudadanías, por otro. Con el añadido de la industria del armamento, las exportaciones de material bélico y la transferencia de tecnología, así como la presencia de empresas «nacionales» en el mercado global de las obras públicas, la industria aeronáutica o las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.