Читать книгу La Unión Europea. Historia de un éxito tras las catástrofes del siglo XX онлайн

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Si además de los evidentes lazos culturales y económicos se añaden los intereses estratégicos y la presencia de una minoría numerosa de conciudadanos originarios de los países vecinos, sobre todo norteafricanos e islámicos, habrá que convenir que es un objetivo prioritario de la acción de la UE. No solo por estas razones, sino además en aplicación de los valores que fundamentan y justifican la propia existencia de la UE: la exclusión de la xenofobia, el racismo, cuyo recuerdo en suelo europeo todavía estremece las conciencias.

Desde una perspectiva de asentamiento de la paz y ausencia de discriminación de cualquier índole, el avance de las sociedades vecinas resulta, además de un objetivo democrático fundamentado en los valores revolucionarios ilustrados, de estricta necesidad, de justicia y de desactivación de los movimientos radicales y fanáticos.

La cooperación económica, tecnológica y cultural, como objetivos de la multilateralidad europea, tiene el camino abierto en la inmediata vecindad. El progreso del sur y el este del Mediterráneo contribuye a la estabilidad y el progreso de la UE y de todos y cada uno de sus componentes. Cerrar el paso a la evidencia, encastillarse, no ha garantizado nunca los flujos migratorios, incluidos los europeos hacia nuevos destinos que ahora parecen olvidarse: españoles, holandeses, franceses, irlandeses, ingleses, alemanes o italianos constituyen formidables aportaciones en la formación de América, de EE. UU., desde Alaska hasta el Cabo de Hornos. La paz y la seguridad no se garantizan elevando muros y cerrando fronteras, lección que debiera ser aprendida en una Europa que no hace tanto tiempo que fue hollada y devastada por estas mismas opciones.


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