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LA ORGANIZACIÓN DE LA VIOLENCIA

La mayoría de los investigadores reconocen que la violencia interpersonal y la violencia organizada presentan propiedades sociales diferentes. A pesar de la disparidad sustancial que existe entre la violencia entre grupos y la violencia entre entidades políticas, ambos tipos comparten un rasgo importante: son fenómenos mediados, construidos alrededor de categorías organizativas abstractas y puestos en marcha a través de estructuras organizativas. A diferencia de la violencia entre personas, que implica una interacción física directa, la violencia organizada requiere la presencia de entidades estructuradas y abstractas, como los movimientos sociales, instituciones consolidadas u organizaciones sociales en funcionamiento que pongan en marcha, regulen y consumen actos violentos. Aunque la violencia organizada y la violencia interpersonal siguen siendo profundamente interdependientes, la brecha entre las dos se ha ampliado en los últimos doce mil años de la historia de la humanidad, y el proceso se ha intensificado en los últimos tres siglos (Malešević, 2010). Una de las razones para entender esta cuestión es el poder organizativo cada vez mayor que ostentan los órdenes sociales en detrimento de la interacción cara a cara. Mientras que, durante gran parte de la prehistoria y la historia antigua, los actos violentos se producían en la interacción directa entre individuos o entre pequeños grupos poco organizados que se enfrentaban directamente, el desarrollo de las organizaciones sociales complejas ha dado lugar a una creciente mediación social de la violencia. En otras palabras, los avances en la ciencia, la tecnología y la administración, por un lado, y el asombroso crecimiento de la población, por otro, han fomentado el surgimiento y la proliferación de organizaciones sociales especializadas responsables de las acciones violentas, así como de la coordinación coercitiva de un gran número de seres humanos (por ejemplo, el ejército, la policía, compañías de seguridad privada, milicias armadas, etc.). Mientras que unos pocos individuos que vivían en pequeños grupos nómadas podían vagar libremente buscando alimento por las sabanas africanas y participar de manera ocasional en disputas interpersonales violentas, millones de personas que habitaban en el Egipto ptolemaico no hubieran podido sobrevivir sin la presencia de una entidad política consolidada que fuera capaz de generar suficiente comida y establecer el orden interno y la seguridad externa, incluida la guerra periódica con sus vecinos.

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