Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Además, la violencia entre grupos y entre entidades políticas también difiere en la capacidad de ambos para asegurar la legitimidad interna y externa. Si bien las entidades políticas establecidas (los imperios, las ciudades-Estado, las ligas de ciudades o los Estados nación) adquieren con regularidad una legitimidad externa a través de tratados regionales e internacionales, relaciones diplomáticas, poder militar o fuerza económica, lo que no es el caso de los actores colectivos no estatales. Más bien, la legitimidad externa de muchos grupos puede ser cuestionada de forma habitual, independientemente de si están organizados formalmente o no. Como la mayoría de las colectividades, ya estén definidas en términos de religión, etnia, clase, género, edad o cualquier otro atributo social, tienden a estar representadas por más de una organización social, siempre existe la cuestión de quién tiene derecho a hablar en nombre de esa colectividad. Por ejemplo, cuando un conflicto violento determinado se define como una disputa religiosa entre chiitas y sunitas, rara vez queda claro qué movimiento social, partido, grupo militar o asociación religiosa tiene el derecho legítimo de representar a sus correligionarios. Por el contrario, en las guerras entre Estados, como en la guerra de las Malvinas de 1982, normalmente es más fácil saber quiénes son los adversarios legítimos. Aunque el derecho a gobernar de determinados gobiernos puede ser cuestionado (la Junta Argentina), la legitimidad de las entidades políticas implicadas (en este caso, los Gobiernos de Reino Unido y Argentina) rara vez se pone en entredicho.

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