Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Sin embargo, para lograr un sentido duradero y más concentrado de pertenencia a una organización social, es esencial articular una narrativa ideológica potente y la práctica correspondiente que atraiga a la mayoría de los miembros de la organización. En otras palabras, es difícil imaginar cómo las redes de microsolidaridad pueden vincularse con unidades burocráticas sin ideologización centrífuga. En este sentido, todas las organizaciones sociales complejas y duraderas tienden a utilizar discursos ideológicos específicos para integrar a un gran número de personas. Cuando tiene éxito, la ideologización centrífuga ayuda a cerrar esta enorme brecha que existe entre la hiperracionalidad de la burocracia y la intimidad de la familia y los amigos. Sin embargo, para llevar a cabo esta difícil tarea, la ideologización tiene que penetrar en los centros de microsolidaridad y vincularlos a la estructura de la organización. Esto se logra normalmente durante largos periodos de tiempo después de muchos años de que las organizaciones intenten proyectar una imagen similar a la de la familia y amigos. En algunos casos, se hace un esfuerzo por desarrollar narrativas ideológicas que incluyan directamente las redes de microsolidaridad. Por ejemplo, tanto el etnonacionalismo como algunos fundamentalismos religiosos se aprovechan de las metáforas del parentesco y se refieren a los miembros reales o potenciales de sus organizaciones como «hermanos», «hermanas», «hijos» o «hijas». Por lo tanto, tanto el Estado Islámico (EI) como Al Qaeda se dirigen a sus circunscripciones en una terminología bastante familiar, insistiendo en que todos los musulmanes son hermanos y hermanas, parte de la gran umma. Del mismo modo, los periódicos y sitios web de organizaciones nacionalistas vascas se refieren a la población vasca como «hijos e hijas de la tierra vasca». El objetivo aquí es representar a una organización social burocrática concreta (en este caso, ETA o EI) como una gran familia. Cuando las organizaciones sociales tienen éxito al proyectar esta imagen de familia, están en condiciones de atraer cierto grado de un vínculo emocional fuerte que las personas, por lo general, reservan solo para sus amigos más cercanos y familiares. En este contexto, la lealtad a los objetivos de la organización se entiende en términos de responsabilidad moral para con los miembros de la familia: si no trabajo para alcanzar estos objetivos, decepcionaré a mis hermanos y hermanas o avergonzaré a mi familia.

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