Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Además, como se observa en los registros de la prehistoria y la historia antigua, las estructuras a gran escala no son naturales para los seres humanos (véase el capítulo III). Por el contrario, parece que nuestros predecesores se mostraron reacios a aceptar la vida bajo organizaciones sociales complejas y duraderas, aun cuando ha resultado ser beneficioso en términos de seguridad y de suministro habitual de protección y alimentos. Esto podría estar vinculado en parte a la pérdida de las libertades individuales y comunitarias, al aumento brusco de las desigualdades y al deterioro general de la calidad de vida.ssss1 Frente a la percepción popular, reforzada por el pensamiento evolutivo, nuestros antecesores del Paleolítico tardío gozaban de mejor salud, eran más altos, tenían un mayor índice de profundidad en la cavidad pélvica y una esperanza de vida ligeramente mayor a la media de los individuos que vivieron desde el siglo XV al XIX (Mann, 2014; Cohen y Armelagos, 1984). Esta resistencia casi universal hacia las estructuras organizativas está mucho mejor documentada respecto a los grupos nómadas contemporáneos, dedicados a la caza y a la recolección, que viven desde la Amazonia hasta Papúa Nueva Guinea; por lo general, tienden a rechazar todos los intentos de las autoridades estatales por incluirlos dentro de las estructuras organizativas establecidas. Estas reacciones son comprensibles si se tienen en cuenta las predisposiciones biológicas, cognitivas y emocionales de los homínidos.

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