Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Sin embargo, como el conocimiento científico es frío y racional, no puede vincular a los miembros de una organización social concreta. Como defiende Gellner (1988: 272) con fuerza: «la cohesión social no puede estar basada en la verdad. La verdad no es la guinda del pavo y no legitima ningún ordenamiento social». Como el conocimiento puro es factual, tosco y fríamente racional, no puede por sí mismo vincular a los seres humanos ni proporcionar consuelo. La verdad no te hace libre; las explicaciones son inevitablemente frías, directas y no tienen corazón. Contarle a un niño la simple verdad de que no existe ni el ratoncito Pérez ni Papá Noel le hará estar mejor informado, pero también es probable que esa información hiera sus sentimientos. Mientras que Marx y Durkheim consideraron que la alienación y la anomia, respectivamente, eran procesos modernos que se alejaban del verdadero yo, es realmente la verdad, y no las ilusiones, lo que aliena. A diferencia de la religión, la cultura o la ideología, que proporcionan significados y calor comunitario a los seres humanos, la verdad científica es espeluznantemente poco sentimental. Los auténticos creyentes que asisten a una ceremonia religiosa, los miembros de una tribu que participan en la danza de la lluvia o aquellos que realmente se emocionan cuando suena el himno nacional forjan un sentido intenso de pertenencia, no a través de la verdad, sino a través de la falsedad compartida. Cuando se dan cuenta de que la danza no atrae la lluvia, de que no hay dios o de que los rituales nacionalistas son invenciones recientes, adquieren el conocimiento a costa de la solidaridad comunitaria. La verdad fría y racional arroja luz, pero el precio es muy alto: la soledad, la privación emocional y la falta de significado.

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