Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Sin embargo, como los órdenes sociales premodernos no necesitaban de tanta justificación como en la actualidad, era más aceptable el asesinato o la tortura de aquellos que eran considerados una amenaza para determinadas organizaciones sociales como los imperios, los pueblos libres, las entidades clericales o los gremios empresariales. En un mundo donde se consideraba que los seres humanos no tenían el mismo valor moral, el uso de la violencia era tolerado y aprobado a menudo si se ajustaba a la estructura social establecida. En la Europa medieval, la aristocracia tenía derecho a torturar o asesinar a los campesinos que no seguían las normas. Por ejemplo, en el siglo XIV, las rebeliones campesinas fueron aplastadas con la mayor severidad, ya que los aristócratas consideraban que los campesinos no eran mejores que los animales. Las Crónicas de Froissart documentan la actitud dominante: «los caballeros no tenían que tratar a sus enemigos según la ley de armas. Los campesinos no eran humanos; su comportamiento, así como su apariencia, los delataban como animales» (Brown, 2011: 271). Asimismo, las doctrinas religiosas solían justificar el uso de la violencia contra aquellos que se consideraban paganos o seguidores de otras religiones. Las tres principales religiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el islam, han proporcionado argumentos teológicos para legitimar la violencia en este contexto, desde guerras estipuladas por la religión en la Biblia hebrea (las historias de los amalecitas, madianitas o la batalla de Jericó) hasta la teoría de la guerra justa de San Agustín, las Cruzadas y la Inquisición en el cristianismo, o la yihad en el islam.

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