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IDEOLOGÍA Y VIOLENCIA

La expansión cada vez mayor de las organizaciones suele asociarse con la imagen de una maquinaria burocrática fría y racional donde los humanos no son más que meros engranajes en ese sistema mecánico gigante y enormemente distante. Tanto la metáfora de Weber (1930) de la «jaula de hierro» como el concepto de Mann (1986) de la «jaula social» expresan algo de ese carácter alienante de las organizaciones burocráticas. Hay pocas dudas acerca de que las organizaciones eficientes y en pleno funcionamiento, que se basan en los principios de la racionalidad instrumental, la división regulada del trabajo y la consecución de objetivos tienden a fomentar la uniformidad. La ambición última de cualquier orden burocrático es cumplir con todos los requisitos asociados con lo que Weber (1968) denominó el tipo ideal de autoridad legal-racional: el orden que sigue un sistema coherente de normas y regulaciones abstractas y escritas; la profesionalización meritocrática del personal que debe someterse a una capacitación prolongada e institucionalizada; la existencia de sistemas de promoción fijos y transparentes basados en las aptitudes, la competencia y la experiencia; así como una estructura de poder que es impersonal y está regulada por reglas escritas, mientras que la autoridad se deriva de su lugar en un sistema jerárquico transparente. Aunque ninguna organización social en el mundo ha logrado asemejarse por completo a este tipo ideal, la aspiración universal es trabajar para cumplir estos requisitos tanto como sea posible. Sin embargo, como las organizaciones sociales modernas pretenden emular estos principios burocráticos, inevitablemente tienden a parecerse entre sí. Los ideales de la racionalidad instrumental fomentan el desarrollo de un entorno organizativo que es muy similar, si no idéntico. Como destacó Weber (1968), una vez que la acción social se centra solo en el cálculo racional, el control y la eficiencia teleológica, genera un grado sustancial de similitud. La burocracia racionaliza las relaciones sociales y, de este modo, fomenta la disolución de vínculos personales fuertes, vínculos de parentesco, lealtades de clan o incluso lealtades familiares que se basan normalmente en principios arbitrarios asociados con los vínculos emocionales y otros lazos personalizados. Si bien las corporaciones de hoy en día se enorgullecen de utilizar reglas meritocráticas estrictas que no discriminan a sus empleados en términos de género, etnia, orientación religiosa o sexual, ningún progenitor cariñoso estaría dispuesto a aplicar estos mismos criterios si se tratara de sus hijos frente a los de otra persona. Seguimos queriendo más a nuestros hijos, y los privilegiamos sobre cualquier otra persona, y esto nunca se basa en su eficiencia, productividad o éxito. En este sentido, la máxima de Tolstoi de que todas las familias felices son iguales, mientras que las infelices son todas infelices a su manera, también se aplica, en cierta medida, a las organizaciones sociales: mientras que las burocracias que responden a ese tipo ideal se asemejan unas a otras, los órdenes no burocráticos se malogran o son felices a su manera.

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