Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Como se ha argumentado con anterioridad, para entender este desarrollo histórico es fundamental estudiar las burocracias desde la perspectiva del poder coercitivo (Malešević, 2010). Lo que distingue a las organizaciones sociales efectivas de sus predecesores menos organizados es la disciplina. Weber (1968: 1152) insiste en que la disciplina es el ingrediente clave de la racionalidad burocrática. Sin embargo, la disciplina no es algo que se desarrolle de manera espontánea y voluntaria. Por el contrario, tanto la disciplina como el autocontrol son producto de una intensa presión social. En el mundo de los cazadores-recolectores, esto se logra ocasional y temporalmente a través de determinadas prácticas culturales (como los tabúes, el maná, la magia, etc.), que fomentan un grado de restricción que permite una acción colectiva prolongada. Con el desarrollo y la expansión de las organizaciones burocráticas, la acción disciplinaria se vuelve permanente y más generalizada, ya que la propia existencia de las organizaciones sociales depende de su capacidad para imponer y mantener un orden disciplinado. Como los seres humanos no están predispuestos por naturaleza a la moderación y la disciplina, suelen recurrir a mecanismos coercitivos (e ideológicos) para implementar esa acción. Por lo tanto, la otra cara de la disciplina es la obediencia y la aceptación del control externo, que conlleva una amenaza coercitiva. Para que las organizaciones sociales sean efectivas, deben tener una cadena de mando clara, jerarquías bien establecidas, una división del trabajo desarrollada y regulada, un estricto cumplimiento de las normas y regulaciones, etc. Si bien la mayoría de las organizaciones sociales implementan estrategias de legitimidad efectivas para mantener el orden organizativo existente (véase más adelante), el principal factor disuasorio para no cumplir las reglas sigue siendo la coacción, desde sanciones económicas y degradaciones hasta la pérdida del rol establecido dentro de la organización, la prisión o, incluso, la muerte, dependiendo de la naturaleza de la empresa burocrática. La cuestión clave aquí es que el éxito del modelo burocrático de gobierno se basa en su capacidad coercitiva efectiva.ssss1 Aunque las formas de organización patrimoniales o sultánicas son nominalmente mucho más beligerantes, ya que los gobernantes principales conservan en última instancia el derecho a la vida y a la muerte sobre sus súbditos (por ejemplo, Gengis Kan o Atila, rey de los hunos), la composición interna de sus respectivas organizaciones mitiga la capacidad de mejorar el poder organizativo (e ideológico) que permitiría el uso efectivo de la coerción. En otras palabras, precisamente porque el patrimonialismo, el sultanato y otras formas de dominación no burocráticas se centran en los gobernantes a título individual, siguen siendo débiles desde el punto de vista organizativo e incapaces de penetrar por completo en el orden social bajo su control nominal. Es sumamente indicativo que, una vez que el gobernante patrimonial/sultánico muere, todo el orden tiende a derrumbarse. Esto rara vez sucede con los sistemas burocráticos, ya que pueden soportar el cambio de líder sin demasiados trastornos.

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