Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Esto no quiere decir que las organizaciones sean entidades sobrehumanas con voluntad propia. La intención aquí no es cosificar el poder de las organizaciones. Como argumenta Sinno (2008: 25), este término es una especie de metáfora utilizada como un «modelo parco y simplificado» para el «conjunto específico de relaciones que generalmente funcionan de forma mucho más coherente y convincente de lo que implica la metáfora». En otras palabras, al igual que con cualquier otro concepto sociológico importante, este término es un intento de imponer un orden analítico en una realidad histórica siempre desordenada. De acuerdo con el pensamiento constructivista, las categorías de lenguaje que utilizamos para describir y explicar las relaciones sociales son inevitablemente provisionales, ya que nunca pueden reflejar plenamente realidades sociales complejas, contradictorias y dinámicas. Sin embargo, para no acabar en trampas relativistas que resultan contraproducentes, es necesario idear y utilizar conceptos para comprender e identificar tendencias históricas similares. En este contexto, las organizaciones sociales son consideradas el espacio principal de las relaciones sociales violentas a lo largo de la historia. Además, tal como se mantiene en este libro, se puede observar una relación inversamente proporcional entre el aumento de la capacidad organizativa y la paz: a medida que las organizaciones burocráticas se desarrollan, se expanden y penetran en los órdenes sociales bajo su control, tienden a obtener mayores capacidades coercitivas y tienen más probabilidades de generar violencia. Como se verá en el capítulo IV, los registros históricos muestran el aumento drástico y continuo tanto de la estructura organizativa burocrática como del poder coercitivo de esas organizaciones. Además, hasta la segunda mitad del siglo XX, esta capacidad organizativa ampliada se ha traducido, por lo general, en una acción violenta intensa que supone un incremento en el número de víctimas humanas y la destrucción del medio ambiente. Si bien la magnitud inusitada de los excesos violentos alcanzada a principios del siglo XX no se ha repetido en las últimas décadas, la expansión continua del poder coercitivo y organizativo sugiere que esa posibilidad todavía esté muy presente.

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