Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Sin embargo, esto no quiere decir que el mundo premoderno requiriera tanta justificación popular como se necesita hoy en día. Cuando los gobernantes de los grandes imperios o de los primeros reinos libraban guerras o emprendían persecuciones en el interior, estaban interesados en obtener todo el apoyo posible; sin embargo, ese apoyo provenía solo de un grupo por lo general muy pequeño: el resto de aristócratas y el alto clero. La mayoría de la población era mayoritariamente campesina y, por lo tanto, estaba excluida de la política y los asuntos militares. Además, tradicionalmente, era percibida como una gran aglomeración inferior, casi infrahumana, por lo que había poca necesidad por parte de la organización de justificar las decisiones políticas. Por lo tanto, el principio de los derechos divinos y otras doctrinas religiosas eran en realidad más protoideologías que doctrinas ideológicas de pleno derecho (Malešević, 2013a, 2010). En cambio, el nacimiento y la expansión de la modernidad están asociados con una penetración ideológica mucho más profunda. Una vez que los ideales de humanidad, igualdad, libertad y fraternidad ocupan un lugar central y reemplazan a las autoridades sobrenaturales como fuente dominante de la legitimidad organizativa, el poder ideológico se vuelve mucho más importante. La penetración ideológica implica tasas de alfabetización sustancialmente mayores; la impresión masiva de libros, folletos, revistas y periódicos asequibles y económicos; el desarrollo de la esfera pública; la existencia del servicio militar; el crecimiento de la urbanización, y la existencia de sistemas educativos de masas, entre otros. Todo ello ayuda a politizar a los ciudadanos comunes (Breuilly, 1993; Gellner, 1983; Nairn, 1977).

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