Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Desde las revoluciones francesa y estadounidense, las doctrinas ideológicas populares proliferaron al responder a la pregunta sobre qué constituye un orden social justo y deseable, que ya no era una prerrogativa exclusiva de las elites. En este contexto históricamente transformado, la burocratización acumulativa de la coerción se acompaña por lo general de lo que denominamos una ideologización centrífuga (Malešević, 2013, 2010). También es un fenómeno histórico, un proceso a escala masiva generado por la organización, caracterizado por el impacto cada vez mayor de los principios ideológicos específicos en la vida cotidiana de las poblaciones. Tanto la Ilustración como el Romanticismo generaron diferentes visiones doctrinales del mundo, en su mayoría seculares, por lo que estos principios ideológicos fueron adoptados de manera gradual tanto por las nuevas organizaciones sociales como por las poblaciones recientemente politizadas. Si bien los discursos ideológicos que surgieron pudieron apelar de diferente manera a los diversos estratos sociales, las organizaciones sociales más exitosas pudieron articular narrativas que resultaron atractivas para sectores más amplios de la población. De ahí que las versiones del conservadurismo atraigan generalmente a los pequeños agricultores y a los soldados tanto como al clero, los antiguos aristócratas o los grandes terratenientes; que los discursos liberales atraigan a los empresarios tanto como a los estudiantes universitarios o intelectuales de clase media; que las narrativas socialistas atraigan a los trabajadores sindicalizados y a los campesinos sin tierra tanto como a los intelectuales radicales, mientras que las diferentes formas de nacionalismo apelen por lo general a la mayoría de las poblaciones que habitan en los Estados nación. Aunque las elites suelen formular y propagar las doctrinas ideológicas, en la Edad Moderna se convierten progresivamente en un fenómeno de masas. La modernidad estimula la bifurcación ideológica, ya que las diversas organizaciones sociales tienen que competir por las «almas» de sus futuros seguidores. Esto incluye a los partidos políticos, los movimientos sociales, las redes y asociaciones de la sociedad civil, las organizaciones clandestinas, los Estados nación, las Iglesias y las corporaciones comerciales, a los que se les exige que ofrezcan perspectivas y modelos normativos distintos para un futuro mejor. Esta característica competitiva de la ideologización indica por qué este proceso es de naturaleza centrífuga: aunque por lo general proyecta imágenes de unidad ideológica y armonía social, ya que la ideologización actúa en el mundo de las organizaciones sociales muy competitivas, inevitablemente fomenta la polarización organizativa e ideológica. En consecuencia, nunca hay disponible una forma de liberalismo, socialismo, conservadurismo, nacionalismo, anarquismo, republicanismo, ecologismo o fundamentalismo religioso o de mercado. En cambio, los principales ideólogos de las diferentes organizaciones sociales formulan y difunden articulaciones diferentes de estas y otras doctrinas ideológicas con el objetivo de convencer al público de que sus interpretaciones son mejores, más veraces, más prácticas de poner en marcha o más éticas, o que son la única organización capaz de lograr estos objetivos ideológicos. De ahí que la ideologización sea un proceso centrífugo en dos sentidos. Por una parte, se desarrolla y actúa desde el centro de la organización hacia fuera. El discurso ideológico específico se irradia, en las distintas organizaciones sociales, desde arriba (es decir, el Estado nación, la Iglesia, un movimiento social, etc.) hacia sectores más amplios de la población. De la misma manera que la centrifugadora en la lavadora hace girar la ropa húmeda a altas velocidades para eliminar el exceso de agua y, en este proceso, arroja miles de gotas de agua, también lo hace el vórtice organizativo, que gira y dispersa su mensaje ideológico hacia una audiencia receptiva. Por otra parte, este es un proceso muy competitivo que involucra a dos o más organizaciones sociales rivales que luchan por dispersar su doctrina a una población más amplia, al tiempo que intentan deslegitimar a sus rivales.

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