Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Dado que la base de las organizaciones sociales es el poder coercitivo, ellas son los principales vehículos de la violencia. El punto de vista popular, reforzado por el predominio del paradigma hobbesiano en las ciencias sociales, considera a los seres humanos como criaturas intrínsecamente violentas (Fukuyama, 2011; Pinker, 2011; Elias, 2000). Desde esta perspectiva, nuestra inclinación básica a la violencia se ha visto limitada y superada de manera gradual por el establecimiento de instituciones poderosas y duraderas como el Estado, la sociedad civil, el capitalismo o la civilización. El argumento es que a medida que tales instituciones ganan fuerza, frustran los conflictos, eliminando así la violencia de las interacciones humanas diarias y asegurando una paz y un orden duraderos. Frente a este punto de vista, se mantiene que los seres humanos no están predispuestos de manera natural ni a la violencia ni a la paz: carecemos de requisitos biológicos reconocibles para luchar, y no somos naturalmente propensos a vivir en asociaciones congruentes muy grandes (véanse los capítulos III y IX). En cambio, el desarrollo de organizaciones sociales complejas es lo que ha impulsado la proliferación de actos violentos. Por lo tanto, en lugar de ahogar los presuntos impulsos agresivos genéticamente programados, las organizaciones sociales crean las condiciones para el conflicto y también fomentan la expansión de la violencia entre los seres humanos. El poder organizativo ha demostrado ser crucial para movilizar con éxito a grandes grupos de individuos, así como para mantener a esos individuos en sus roles específicos. No habría guerras, revoluciones, genocidios, insurgencias o terrorismo sin organizaciones sociales duraderas. Las entidades burocráticas están ahí para asegurarse de que las personas pagan impuestos, gravámenes o tributos que financian conflictos violentos; que están disponibles para ser reclutadas cuando las organizaciones necesitan combatientes; que están produciendo armas, equipos y recursos para futuros enfrentamientos; que brindan apoyo popular al uso de la violencia en causas organizativas; y que los seres humanos cumplen con tantas otras demandas organizativas. Por tanto, históricamente, el poder coercitivo de las organizaciones ha sido decisivo para la subordinación generalizada.

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