Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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ORGANIZACIÓN SOCIAL Y VIOLENCIA

Existe una tendencia, dominante en el discurso público y aún muy arraigada en el mundo académico, a tratar a los grupos como generadores de acción social. Por ejemplo, los periódicos, los reportajes televisivos, algunos sitios web influyentes y muchas publicaciones académicas hablan constantemente de los violentos conflictos étnicos y religiosos que tienen lugar entre sunitas y chiitas en Irak, entre rusos y ucranianos en Ucrania o entre palestinos e israelíes en Oriente Medio. Asimismo, a menudo se hace referencia a los choques que se producen entre civilizaciones (Occidente frente a China), clases (campesinos indígenas bolivianos frente a terratenientes blancos), razas (asesinatos de adolescentes afroamericanos por policías blancos) o entre grupos con afiliaciones ideológicas opuestas (liberales frente a conservadores en Polonia). Sin embargo, desde los primeros trabajos de Weber (1968, 1946), los científicos sociales trabajan con una perspectiva más sutil de la acción grupal que busca diferenciar entre las afiliaciones por categoría (es decir, los sunitas, los rusos, los campesinos indígenas) y la acción social movilizada (es decir, organizaciones concretas que dicen hablar en nombre de los sunitas, los rusos y los campesinos indígenas). Este argumento se ha extendido recientemente y cuestiona la idea de que los grupos como tales son capaces de una acción colectiva prolongada. En cambio, se argumenta que las organizaciones sociales, y no los grupos o los individuos, son los principales agentes de conflicto (Malešević, 2006, 2010; Sinno, 2008).ssss1 Por un lado, es muy raro ver a grupos enteros de individuos en conflicto entre ellos. Por ejemplo, incluso en guerras totales como la Segunda Guerra Mundial, cuando una gran proporción de la población se movilizó con éxito para el conflicto, solo una minoría de ciudadanos franceses, británicos o alemanes fueron desplegados en los campos de batalla. Por ejemplo, Reino Unido tuvo el mayor porcentaje de movilización entre todos los Estados involucrados, y llegó a alcanzar en un momento determinado el 22 % de su población total (Axelrod y Kingston, 2007). Sin embargo, incluso en este caso no todos los soldados terminaron en los campos de batalla, y casi el 80 % de la población nunca fue movilizada.

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