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El público que acude a ver una obra, participa, de algún modo, en el espectáculo de su ejecución; lo mismo sucede ante una obra arquitectónica: incluso el edificio ordinario, construido según nuestras necesidades, influye en nosotros, aunque estemos concentrados en nuestros asuntos y no nos ocupemos de ello; pero un monumento arquitectónico, aunque nos ocupemos de nuestras necesidades, nos impone un cierto papel; el que habita en él, aunque no sea «espectador» explícito, se entrega y ve mezclado en el espectáculo: Luis XIV estando en Versalles necesariamente aparecería majestuoso, y el arzobispo de Nuestra Señora de París siempre se verá cargado de la gravedad eclesiástica. El monumento arquitectónico responde a las necesidades, pero suscitando a la vez un comportamiento teatral, de cortesía. Es el triunfo del arte: el hombre no deja de percibir la obra de arte, y si lo hace es para convertirse el mismo a su vez, de alguna manera, en parte de ella.

Ocurre un poco como en la poesía, especie de música también, que nos conmueve. Las palabras que emplea son con frecuencia las mismas del lenguaje cotidiano, común objeto de uso que empleamos ordinariamente, sin prestarle atención alguna, cuando nos comunicamos, utilizando las palabras como podemos utilizar el sillón en el que descansamos, o la bebida que nos relaja. Pero cuando la palabra se convierte en poesía ya no podemos «consumirla» de igual modo; se nos impone, de tal manera y con tal fuerza, tan acuciante y tan nueva, que necesariamente debemos recitarla con respeto: nos convertimos en poetas. Al igual también sucede con las llamadas artes menores; una hermosa copa, si responde a ciertos fines prácticos, solo desarrolla auténticamente su papel en las ceremonias: las necesidades que satisface son más bien las propias de los dioses en los templos o las de los muertos en las tumbas donde se la encierra. La capa pluvial que utiliza el oficiante, la joya que centellea en el vestido del baile o la máscara que enarbola la danzante negra, todos estos objetos se asocian a la ceremonia y hasta a veces la ordenan: así también participan en el espectáculo.

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