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b) La presencia del autor

Si el verdadero objeto estético, incluso aunque responda a consignas de utilidad, no es simplemente un objeto de uso, deberemos marcar la diferencia entre estos dos tipos de objetos en un segundo punto. De hecho, ambos son obras del hombre y se nos manifiestan como tales: no son fruto del azar sino objetos «fabricados». Sabemos bien cuánto insiste la estética contemporánea sobre este rasgo del objeto estético. Alain invoca este «hacer» como medio de enderezar la imaginación y de purgar las pasiones, Valéry lo apunta como principio de una técnica capaz de revelar el hombre a sí mismo, É. Souriau contrapone la voluntad del hacer a la voluntad de expresar e insiste en la función instauradora del arte, R. Bayer formula la idea de una metatécnica y la inscribe en una teoría del realismo operatorio. Esta referencia al hacer podrá efectivamente ayudar a determinar el estatuto óntico del objeto estético, a encontrar una garantía de su objetividad en la actividad creadora del autor. Pero por lo pronto nos contentamos con buscar el modo como este «hacer» aparece, de maneras diferentes en el objeto estético y en el objeto de uso. Ahora bien, lo que es humano en uno y otro y que confirma el hacer mismo, es la forma que ordena la materia y triunfa sobre la naturaleza. Al considerar esta forma en su relación con la materia ya se puede indicar una diferencia entre los dos tipos de objetos, Alain insiste precisamente en este punto: el objeto de uso no vacila en violentar a la naturaleza para lograr sus designios, la idea que preside su elaboración no se oculta: es la inteligencia desnuda, objeto abstracto. En tanto que el objeto estético no ofrece en absoluto una forma violenta y escindida, precisamente porque está realizado por la mano en vez que por la máquina y en serie, porque no procede de una idea fijada sino de una inspiración que se nutre a lo largo del progreso de la obra misma y acepta asimismo a las casualidades felices, y puesto que la inmensa «paciencia» del tiempo sobre los objetos ha completado la paciente labor del artista y ha armonizado el arte con la naturaleza. Todo ocurre casi como si la naturaleza se transformase ella misma en espíritu. Hemos reencontrado esta idea por un camino distinto, mostrando que aquí lo sensible tiene un peso natural y que la forma está al mismo nivel que lo sensible como aquello por lo que lo sensible es sensible. Pero podemos considerar además el lenguaje de esta forma sensible, lo que esta anuncia respecto al gesto del que procede, y es aquí donde la diferencia entre objeto de uso y objeto estético se va a profundizar y la forma se convertirá en estilo.

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