Читать книгу Fenomenología de la experiencia estética онлайн

63 страница из 189

Hemos, pues, matizado lo real y lo irreal, pero no hemos dado aún con el objeto estético, que no es ni lo uno ni lo otro, puesto que ninguno de ellos se basta a sí mismo, remitiendo cada uno al otro, que a su vez lo niega, y que, descalificados de algún modo ambos por la neutralización, no son captados por sí mismos. Pero volvamos a lo que sucede en escena: lo que percibimos no son ni los cantores, ni Tristán ni Isolda que cantan, son únicamente las melodías cantadas: cantos y no voces, a los que la música, y no la orquesta, acompaña. Es este conjunto verbal y musical lo que venimos a escuchar, y esto es lo que nos es real y lo que constituye el objeto estético. Lo real y lo irreal que hemos diferenciado no son para este objeto más que medios, con diversa titulación. El cantante presta su voz, y también en consecuencia todo su cuerpo, porque la voz debe ser apuntalada por el cuerpo como el canto es sostenido y subrayado por la interpretación, y el cuerpo a su vez debe prolongarse y enmarcarse en el decorado: todo está ordenado al canto y colabora en la exaltación de la audición. Sin embargo, la voz y los gestos del actor, el decorado donde se realizan, pertenecen en un sentido al objeto estético, ya que, también, pueden ser previstos y regulados por el autor. Pero no le pertenecen en tanto que se hallan implantados en el mundo real, en cuanto que la voz es la voz del artista, las luces efecto de la electricidad, y la selva del segundo acto es una selva de lienzo y cartón-piedra; todo este material humano o simplemente material, aunque sea percibido, queda inmediatamente neutralizado y excluido del objeto estético. Y también lo irreal: captamos desde luego esta voz como la de la misma Isolda, esta selva como la selva donde reina el rey Mark, esta copa como llena de un filtro, y es esto, si nos ceñimos al sentido primario del espectáculo, lo que está ante nosotros, aunque no sea esto lo que verdaderamente nos interesa y lo que nos es realmente dado. Lo que nos interesa es el modo como el filtro, la selva y la misma Isolda nos son dados, los efectos que pueden extraerse de este otro «material» que es el argumento, los cánticos que la historia de Isolda suscita, los gritos que arranca el filtro, la armonía de colores que constituye la selva: el argumento en cuanto que irreal es un medio más al servicio de la obra, no ya para manifestarla sino para suscitarla.

Правообладателям