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En segundo lugar, las verdades que aspira a construir la cosmohistoria no son referencias a una verdad histórica única, la de la historia “real”, la de los acontecimientos en sí mismos más allá de cualquier discurso o construcción cultural, sino que todas las verdades cosmohistóricas deben ser reconocidas como construcciones, observaciones del pasado construidas a partir de otras observaciones del pasado (Mendiola 2000). Sin embargo, las cosmohistorias no son sólo observaciones de segundo grado, son también producto de intrincadas negociaciones entre las diferentes tradiciones históricas y de la interacción entre los sujetos que provienen de mundos históricos diferentes, y deben relacionarse con otros mundos y transitar entre ellos. En suma las cosmohistorias son una forma de lo que Bruno Latour llama “diplomacia”, es decir, la negociación siempre precaria de mundos comunes entre colectivos que provienen de mundos diferentes, la creación de verdades compartidas por discursos que tienen orígenes y fundamentos radicalmente diferentes (Latour 2002). Como el caso de Santiago Mutumajoy nos muestra, esta diplomacia cosmopolítica es la característica central de la práctica chamanística amazónica.


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