Читать книгу Cuarenta años y un día. Antes y después del 20-N онлайн

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Si en los primeros días después de su infarto, contra la voluntad de los médicos, Francisco Franco pudo empeñarse en seguir con sus actividades habituales, en particular asistiendo al consejo de ministros del 17 de noviembre de 1975, en cambio, a partir de la grave hemorragia gástrica de la que es víctima, el 3 de noviembre, fue sometido a lo que hoy en día se condenaría como distanasia, es decir, la «prolongación médicamente inútil de la agonía de un paciente sin perspectiva de cura».ssss1 Son varios los motivos que se alegaron para justificar la voluntad de su entorno de hacerlo todo por mantenerle en vida, pero cualesquiera que fueran, produjeron ese auténtico ensañamiento terapéutico mientras que los comunicados oficiales sobre la enfermedad de Franco trataban de esconder la esperpéntica condición de «cuerpo natural» del anciano sometido a operaciones de gran envergadura y tratamientos sucesivos detrás de la retórica de índole técnico-médica evocada antes. El edificante último parte del «equipo médico habitual», redactado a las siete y media de la mañana del 20 de noviembre, fue en cierto modo el clímax de esta serie, en particular con la extensa enumeración de sus aterradores «Diagnósticos clínicos finales»: «Enfermedad de Parkinson. Cardiopatía isquémica con infarto agudo de miocardio anterosepial y de cara diafragmática. Úlceras digestivas agudas recidivantes, con hemorragias masivas reiteradas. Peritonitis bacteriana. Fracaso renal agudo. Tromboflebitis íleofemoral izquierda. Bronconeumonía bilateral aspirativa. Choque endotóxico. Parada cardíaca».ssss1

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