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LOS DOS CUERPOS DEL CAUDILLO

Desde el periodo de la Guerra Civil se había puesto en marcha un tratamiento propagandístico que ubicó la figura de Franco en el centro de un dispositivo ideológico que lo impuso como razón de ser del régimen (el franquismo) a lo largo de los casi cuarenta años que duró. Como lo subrayó Vicente Sánchez-Biosca en un volumen dedicado a la «iconografía» del Generalísimo, «[l]a imagen de Franco ocupó durante un tiempo dilatado [...] espacios públicos y privados de la vida española», imponiéndose de manera «casi ubicua en zonas amplísimas del intercambio humano y social de los españoles, produciendo consecuencias en la vida cotidiana que todavía no han sido suficientemente evaluadas».ssss1 Estaba presente su efigie en espacios públicos y privados, recogida en unos soportes muy variados, imágenes fijas (fotografías, carteles, pinturas, sellos, esculturas, monedas, etc.) o en movimiento con el NO-DO y posteriormente también en televisión.ssss1 Si bien esta imagen ostentó varias dimensiones, tanto sincrónica como diacrónicamente, y tendió a un principio de humanización cada vez mayor «entre el ocio y la intimidad»,ssss1 según iba envejeciendo el Caudillo, no obstante, al ser severamente controlada, obedecía a una obstinada ocultación de lo que Kantorowicz llama el «cuerpo natural». Según su teoría de los dos cuerpos del rey, que podemos aplicar en sus grandes líneas a la figura de Franco, por el carácter absoluto y vitalicio de su régimen, el rey obedece a una lógica dual, dotado por una parte de un «cuerpo natural», «mortal, sujeto a todas las enfermedades que acaecen por naturaleza o accidente, a la debilidad de la infancia o de la vejez y a las deficiencias», y por otra parte de un «cuerpo político», fundamentado en un principio de desmaterialización, «desprovisto de infancia, de vejez y demás debilidades o defectos naturales a los cuales se expone el cuerpo natural».ssss1 La manera en que, en las representaciones de Franco, se ponía de relieve el «cuerpo político» (la función) contra el «cuerpo natural» (el individuo) descansaba en un control de las imágenes destinado a escenificarlo como lugar del poder y esto, incluso cuando se le fotografió o filmó con un afán humanizador que no conseguía escapar de cierta solemne rigidez.ssss1 A pesar del creciente debilitamiento del «cuerpo natural» del Caudillo, debido a la vejez y a la enfermedad, en particular un Parkinson detectado en 1964 y cada vez más visible, las cámaras fotográficas o de televisión se empeñaban en despojar las imágenes fotomecánicas de todo lo que pudiera distraer la atención del «cuerpo político» con el propósito de «eludir la representación de un Franco a todas luces decadente, si no directamente patético», por ejemplo mediante «la omisión de planos cortos y la sustitución de estos por oportunas detenciones en los bellos parajes naturales por los que el homenajeado transita».ssss1 Incluso, cuando muy al final de su vida, el ejercicio técnico era sumamente complicado por una creciente senilidad muy difícil de ocultar, como en su última aparición pública en la Plaza de Oriente el primero de octubre de 1975, en cuyas imágenes oficiales se nota perfectamente cómo los operadores de te levisión española y del NO-DO se las tienen que ingeniar desesperadamente para que el espectáculo de su decadencia no saltara demasiado a la vista con un montaje fundamentado en el arte de la elipsis. Un poco más tarde, se decidió no difundir públicamente las imágenes que se hicieron de él en un acto por motivo de su santo, celebrado el 4 de octubre de 1975, porque eran ya imposibles de ocultar las flaquezas del «cuerpo natural». A partir de ahí no se vieron más imágenes de Franco vivo y el arte de la elipsis duraría hasta el momento de los funerales.

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