Читать книгу Cuarenta años y un día. Antes y después del 20-N онлайн

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Para entender debidamente un biopic, el estudio de su parte creadora es tan importante como el de su dimensión documental, así como la manera en que se combinan o equilibran, en una hibridez que constituye su misma riqueza.

En el caso de ¡Buen viaje, Excelencia!, la función poética adopta varias formas. En primer lugar, se fundamenta en la integración en el relato de unos elementos que son el producto de la imaginación del cineasta. Primero a nivel de personajes, introduce al lado de figuras que remiten a personas reales, otras ficticias, como es el caso de la doctora alemana Muller, una figura extravagante que atiende al Caudillo con unos métodos poco ortodoxos. Pero la imaginación se extiende también a unos personajes que habrán existido realmente (un guardia, un cocinero de Franco), pero que quedaron en cierto anonimato y a los que el director confiere una identidad y una personalidad que sirven a su propósito ficcional. Por otra parte, el guión se fundamenta en una estructura en forma de contrapunto que regularmente nos hace salir del recinto del Pardo para sumirnos en el ambiente de un bar lleno de españoles que van comentando la situación del país (como un lejano eco del principio del documental del NO-DO). Estas figuras ficticias que forman una especie de coro (también como las referencias a la Marcha Verde en Así murió Franco) no son sino la proyección imaginaria de una realidad que dejó pocas fuentes documentadas, al inscribirse en lo cotidiano.

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