Читать книгу Cuarenta años y un día. Antes y después del 20-N онлайн

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El mayor riesgo que se corría frente al relato dramático de la agonía y muerte del dictador era la compasión. Cuando el cuerpo natural sustituye al cuerpo político, el principio de identificación asoma, generando cierta empatía. Cuenta, de hecho, Boadella que durante su visita al Pardo la elocuencia del guía que dirigía la visita «lograba transmitir[le] un sentimiento de compasión hacia el odiado tirano».ssss1 De modo que trató de concebir unas estrategias para anular toda posible identificación, unos «contrapesos para no estimular demasiados sentimientos de ternura». El humor será finalmente el gran contrapeso ideado por el director para mantenerse a distancia, relacionado con una dimensión carnavalesca, ya presente, como hemos dicho, en anteriores comedias sobre Franco, que adopta una modalidad extrema, en la que se produce la inversión alto/bajo-funciones intelectuales/ funciones vitales de modo sistemático para dibujar la imagen de un ubuesco fantoche. Boadella ha apostado por un humor negro y sarcástico para derribar la estatua del Comendador, con el uso de la risa que, como en su época para Mercero en Espérame en el cielo, ha de tener una función catártica: «Pensé que [...] doce años después de la muerte de Franco, la risa debía tener un efecto terapéutico».ssss1

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