Читать книгу Las metáforas del periodismo. Mutaciones y desafíos онлайн

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En 1821, los periódicos tenían, por tanto, derecho de vida o de muerte sobre las creaciones del espíritu y las empresas de la edición. Un anuncio de unas pocas líneas insertado en la crónica de sucesos de París costaba un ojo de la cara. Las intrigas eran tan frecuentes, tanto en el seno de las oficinas de las redacciones como por la noche en el campo de batalla de las imprentas, cuando de la compaginación dependía la admisión o el rechazo de uno u otro artículo, que las más grandes casas editoriales tenían a sueldo un literato para redactar estos pequeños artículos en los que había que incluir muchas ideas en pocas palabras. Estos oscuros periodistas, a quienes no se pagaba hasta después de realizada la inserción, se pasaban frecuentemente toda la noche en la imprenta para comprobar la entrada en máquina de los grandes artículos obtenidos Dios sabe cómo, o esas pocas líneas que más adelante recibieron el nombre de réclames. Hoy las costumbres de la literatura y de la edición han cambiado tanto que mucha gente tildaría de fábulas los inmensos esfuerzos, los incentivos pagados, las ruindades, las intrigas que la necesidad de conseguir esas réclames inspiraban a los editores, a los autores, a los mártires de la gloria, a todos los forzados condenados al éxito a perpetuidad. Comidas, lisonjas, regalos, todos los medios eran buenos para ganarse a los periodistas. (Las ilusiones perdidas)

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