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Los periodistas hablan del periodismo como si fuera uno y puro. Pero con la profesión de periodista se identifican unos cuantos que nadie querría tener en el club. No hay día en que no nos crucemos con “propagandists, trolls, misogynists, bigots, thieves, and jerks”, según enumera Jeff Jarvis. (2) Propagandistas, provocadores, misóginos, intolerantes, ladrones, idiotas, por usar las mismas palabras, son insultos que a diario se les dirigen a los periodistas en las redes sociales, para escándalo del colectivo periodístico, que reacciona como si el insulto a uno fuera una descalificación de la profesión, sin evaluar si el que lo recibe lo merece y si es un periodista o uno que se hace pasar por tal. La alarma que se enciende por estos días en la sociedad ante actitudes supuestamente incompatibles con la profesión se parece bastante, en sus argumentos, a la que se prendía hace dos siglos, y en los adjetivos que se le atribuían:

El periodismo, en vez de ser una especie de sacerdocio, se ha convertido en un medio en manos de los partidos; de medio ha pasado a ser un negocio; y, como todos los negocios, no tiene ni credo ni ley. Todo periódico es, como dice Blondet, una tienda en la que se venden al público palabras del color que este quiere. Si existiera un periódico para jorobados, probarían mañana y tarde la belleza, la bondad y la necesidad de los jorobados. Un periódico no está hecho ya para ilustrar, sino para halagar las opiniones. Por ello, dentro de un tiempo, todos los periódicos serán viles, hipócritas, infames, mentirosos, asesinos; matarán las ideas, las filosofías y a los hombres, y florecerán por eso mismo. Disfrutarán del privilegio de todo organismo colectivo: se hará el mal sin que nadie sea responsable de ello. Tanto vosotros como yo, tú, Lousteau, tú, Blondet, tú, Finot, seremos unos Arístides, unos Platones o unos Catones, hombres de Plutarco; todos seremos inocentes y podremos lavarnos las manos de toda infamia. Napoleón definió este fenómeno moral, o inmoral, como se prefiera, con una frase sublime que le dictaron sus análisis acerca de la Convención: “Los crímenes colectivos no comprometen a nadie”. El periódico puede permitirse la más abyecta conducta y nadie se cree personalmente manchado por ella.

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