Читать книгу Los días y los años онлайн
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–¡Ah! ¡El papelazo que has hecho! Pues ahora me la cantas. A mí me gusta mucho, aunque tus amigos digan lo contrario.
–No todos, a Raúl sí le gusta.
–¿Ya lo ves? Empieza.
–Está bien, está bien; pero déjame poner primero en agua estas flores, si no cuando te vayas ya estarán marchitas.
–¿Te gustaron?
–Mucho. Y huelen muy bien, ¿cómo se llaman?
–No sé. Las compro en el mercado y son muy baratas. La semana próxima te traigo más. Ya casi no hay, porque son de verano.
–Me dijiste que no vendrías porque vas a Cuernavaca.
–Es cierto; pero le diré a Luisa que te traiga unas con la comida del jueves.
Por fin se la canté y al hacerlo descubrí que sí me gusta aunque, en efecto, sea una canción infantil.
–No sé por qué le tenía aversión. Tampoco creas que era sólo porque a los muchachos no les haya gustado, después de todo tampoco les gusta Aldebarán y a mí me parece la mejor.
–Era una agresión tuya.
–¡Ah! Sí, sí, la psicóloga. Ésa debe ser idea de Cueli.
–¡Es tan chistoso! Yo nunca había tenido un analista como él.