Читать книгу Los días y los años онлайн

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Se hizo un absoluto silencio. La delegación del Poli, que había salido para dejar a los universitarios ponerse de acuerdo, ya estaba de regreso. El salón se encontraba atestado y no era posible imponer el orden, las intervenciones más fuera de lugar se sucedían unas a otras. El anuncio hizo el efecto de un interruptor. La comunicación telefónica se había mantenido hasta el último momento.

–¡Que nadie salga! –gritó alguien, rompiendo el silencio.

–¡Cierren la puerta!

La reunión era una indescriptible mezcla de mutuos ¡cálmense! y ¡cierren la puerta! Con la puerta cerrada con seguro, adentro prosiguió la confusión, el aire se enrarecía.

Dos miembros del Comité de Huelga de Filosofía salimos a observar los alrededores porque, cada vez con mayor insistencia, se decía que el Ejército se acercaba a la cu. Cuando volvimos, sin haber visto soldados en las avenidas que conducen a la Ciudad Universitaria, encontramos la reunión disuelta. El único acuerdo tomado era celebrar otra reunión con un solo representante por escuela e informar, hasta última hora, a ese representante, del lugar en que se realizaría.


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