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«Defensores» es un patio rectangular, algo retirado de la crujía, en donde los presos hablan con sus abogados; pero como también se puede nombrar como defensor a personas que no sean abogados, todos reciben a sus familiares cercanos, novias y amigos más que a verdaderos defensores. En el patio, al que sólo nos llevan por la mañana, hay un mostrador cubierto por un techo; ahí venden café, donas, tacos y otros alimentos. El ambiente, a no ser porque se está en la cárcel, no es del todo desagradable.

Cuando llegué, todas las mesas y bancas estaban ocupadas por presos de diferentes crujías y sus visitas. Cerca de la entrada estaba mi hermano Arturo.

–¿No vino Marjorie?

–No. Me la encontré en la Universidad y me dijo que no podía venir hoy; por eso vine yo, aunque es viernes.

–Vamos a comprar un café porque no he desayunado.

Pedimos dos cafés y dos donas.

–¿Con leche?

–Uno sí y otro no.

–¡Mira! Ahí se desocupó un lugar.

Nos sentamos a la sombra, aunque yo tenía frío y no acababa de decidir entre estar de pie al sol o sentado a la sombra.


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