Читать книгу Si te sientes identificada, huye онлайн

12 страница из 36

—Bueno, ya hablaremos del tema mañana —zanjó mi madre.

—Pero ¡es injusto! —me quejé—, no me drogo, no bebo, no fumo, saco alguna buena nota, no armo follones en clase, colaboro en casa… ¿Qué más queréis? ¡Si soy una hija ejemplar!

—¡Ja, ja, ja! ¡Es tu obligación! Vaya con la niña. ¡Y nosotros te mantenemos! – contestó mi madre.

—¡Pues no haberme tenido! —grité enfadada. Y me levanté para irme, ruborizada de la rabia, a mi habitación.

—Ay, Mía, todo termina siempre con una bronca contigo. No hay día que no te enfades por algo.

Me encerré en mi cuarto y empecé a llorar. ¿Qué pasaría si le decía que no? No querrá volverme a hablar, me borrará de sus contactos y no sabré nada más de él. Adiós a tener novio, adiós a estar con un chico mayor que yo. Y encima parece majo. ¿Dónde encontraré a alguien capaz de viajar de una ciudad a otra por mí?

Lloré desconsoladamente de la impotencia, de la rabia que me daba no sentirme comprendida. ¿Qué les costaba a mis padres ir un día más tarde al pueblo? ¡Nada! Pero no les daba la gana, y eso me crispaba por dentro. El hecho de que otra persona tuviera el poder de decidir sobre mí me ponía histérica. Aunque esa persona fuera mi padre o mi madre, me daba igual. Nunca me ha gustado eso y, en aquel entonces, aunque tuviera 13 años, seguía sin hacerme gracia. Era dejar parte de mi felicidad en manos ajenas, y por ahí no pasaba. Así que tomé una decisión: ayudaría a mi hermano con los deberes a cambio de que me ayudara a convencer a mis padres.


Правообладателям