Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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La CORPAC. «Corporación Peruana de Aeropuertos Civiles», le explicó Cinthia a Julius que, en la última parte del trayecto, había reaccionado y había empezado a ahogarla de preguntas; empezó a toser y Vilma la abrigó más para bajar. «Corre mucho viento», anunció. Carlos, por su parte, anunció que él se iba a encargar de las ma­letas, pero otro hombre apareció con gorra diciendo lo mismo y se odiaron; al mismo tiempo un tercer hombre, con gorra y placa con número en la solapa, apareció tratando de cobrar algo y de cuidar el auto, pero Carlos le dijo que para eso estaba él y se odiaron también. El tipo insistió diciendo que entonces quién pagaba el ticket del estacionamiento. Susan abrió su cartera y se le cayeron los pasajes, una polvera, sus anteojos de sol y el lápiz de labios de oro. Recogió los anteojos, todos se agacharon para ayudarla con lo demás. Cin­thia empezó a toser y Bobby dijo que mamá nunca tenía un cén­timo en la cartera. Vilma buscó en los bolsillos de su uniforme y di­jo que tam­poco tenía, Bobby se negó a prestar dinero y por fin Carlos pa­gó el asunto, mentándole la madre al del ticket, con los ojos no más, por la señora y los niños. Por supuesto que a la hora de bajar las ma­letas, Carlos no podía con todo lo que la señora se llevaba de equipaje y hubo que empezar a buscar al tipo que hacía un instante acababa de estar ahí con la carreta esa, ¡llámenlo, por favor! Julius pegó tal bostezo que casi se va de espaldas sobre la pista y, no bien recuperó el equilibrio, preguntó en cuál de los aviones se iban, cuando todavía no se veía ninguno. «¡Cállate, por favor!», le gritó Susan, pero en se­guida se le echó encima para besarlo y abrazarlo, le mojó toda la ca­rita con sus lágrimas.

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