Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Un hombre se acercó, que dijo Susan, como ellos nunca antes lo habían oído decir, como si fuera la única palabra que tuviera, como si se hubiera mandado poner cuerdas vocales de oro para pronunciarla gozando más. Susan se puso las gafas negras y probó una sonrisa, Juan Lucas, si supieras lo que es esto. Juan Lucas la cogió del brazo, calma, calma; alzó el brazo izquierdo y con los dedos empezó a hacer tic tic y todo se llenó de calma y de hombres con carretas y buena voluntad, dispuestos a llevarse íntegro el equipaje de los se­ñores. Después, siempre del brazo, la condujo hacia el inmenso hall iluminado del aeropuerto, caminaban por gordas alfombras ha­cia la luz, ahora sí se le podía ver bien: había interrumpido sus placeres, se había tomado el trabajo de ir a un aeropuerto. Los niños venían detrás, seguidos por Vilma y Carlos que siempre había logrado que le dejaran una ma­letita. Los cuatro hermanos se acercaban al mostrador de Pa­nagra tristes y somnolientos; Santiago, sin embargo, sentía nacer en él una cólera terrible: ¿quién era ese imbécil que le cogía el brazo a su madre?

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