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Dicen que mejor no te escriba hoy. Acabo de despertarme y resulta que ya es de noche. Mejor te escribo de nuevo otro día y ahora te mando esto no más. Ha venido el médico más viejo. Aquí está. Chau Julius. Te adora,

CINTHIA

Después hubo tres cartas de mamá y después apareció Juan Lu­cas muy fino y muy serio. Por último hubo una llamada de los Estados Unidos. Parece que Juan Lucas la había estado esperando porque anduvo mucho rato sentado junto al teléfono y, no bien habló, dijo que se iba a Boston y que se llevaba a Santiago con él. Santiago se le tiró a llorar en los brazos y a él se le formó una mueca en los labios y como que envejeció. Santiaguito los besó en la puerta del palacio, eso fue todo. Nadie fue a despedirlos al aeropuerto. Volverían cuando se produjera el milagro.

Mientras tanto Julius se pasaba horas con la señorita Julia, pe­ro ella nunca lo pellizcaba. Algo raro ocurría porque él an­daba siempre esperando un pellizcón, con lo distraído que era, y sin embargo nada; por el contrario, la señorita Julia parecía un poco asustada y lo miraba como si le tuviera miedo. Luego empezó a hablarle en voz baja, cada vez más baja. Un día le murmuró reza, hijito, reza, y Ju­lius vomitó y se puso a temblar todito.

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